En la tradición espiritual japonesa, el mundo visible y el invisible no están separados, sino entrelazados. Dentro de esta cosmovisión, dos tipos de presencias emergen con fuerza arquetípica: los Kamis y los Onis.
Kami es una palabra que suele traducirse como “dios” o “espíritu”, mientras que Oni se asocia con la idea de “demonio” o “entidad demoníaca”. Sin embargo, es importante entender que estas traducciones son solo aproximaciones. En la visión oriental, un “dios” no es necesariamente una figura benevolente, ni un “demonio” representa siempre el mal absoluto. Ambos son fuerzas energéticas que habitan en la naturaleza y en la psique humana.
Los Kamis no son dioses al estilo occidental. Son manifestaciones espirituales que habitan en todo lo que vive y vibra: en la montaña sagrada, en la brisa del bosque, en el rayo que parte el cielo. Algunos Kamis son ancestrales y cósmicos, como Amaterasu, diosa del Sol; otros son locales y humildes, como el espíritu de un río o el guardián de un árbol milenario.
Por contraste, los Onis representan energías más densas, caóticas o inarmónicas. A menudo son descritos como seres con fuerza desbordada y emociones intensas. Pero incluso ellos tienen un papel dentro del equilibrio universal: nos confrontan con lo reprimido, con lo que negamos o tememos. Son sombras que empujan hacia el despertar, espejos del desorden necesario para la transformación.
Ambos —Kamis y Onis— son reflejos del alma del mundo. No son buenos ni malos en términos absolutos. Son presencias que nos invitan a reconocer lo sagrado y lo oscuro como parte de un mismo viaje espiritual.
Entre el cielo y la sombra, los espíritus danzan en el alma del mundo
Conoce a los dioses
Pincha en cada imagen para entarar a conocerlos
Conoce a los demonios
Pincha en cada imagen para entarar a conocerlos