Fūjin no nació en el cielo. Se escapó del inframundo con un saco lleno de viento y un instinto antiguo. No arrasa por rabia, sino por impulso. Hoy sigue soplando, invisible, en ráfagas que lo cambian todo.
Descubre su historia completa.
Este símbolo es una herramienta para ayudarte a recordar los sueños y liberar pesadillas. No necesita rituales: es una llave suave entre el mundo onírico y tu conciencia.
Los kappa son criaturas míticas del folclore japonés que habitan en ríos y estanques. Se los representa como seres anfibios, con aspecto de tortuga y un cuenco de agua en la cabeza que les otorga su fuerza vital. Aunque conocidos por su carácter travieso e incluso peligroso —como arrastrar a los desprevenidos a las profundidades— también pueden ser honorables y sabios si se les trata con respeto
En los pliegues del cielo, donde el sol ya no alcanza, habita un dios que no pide ser visto.
Tsukuyomi nació del ojo de Izanagi y fue nombrado señor de la noche, las mareas y el tiempo sutil.
No busca altares ni cánticos; su presencia es espejo y sombra, reflejo y ritmo.
Astuto, cambiante y profundamente simbólico, el Kitsune es uno de los espíritus más fascinantes del folclore japonés. Capaz de adoptar forma humana, seducir, engañar o proteger, este zorro de nueve colas habita entre el mundo visible y el invisible. Su leyenda atraviesa siglos, culturas y paisajes, encarnando la fuerza del deseo, la sabiduría ancestral y el arte de la transformación. En esta entrada, exploramos su historia mítica, su caída como Tamamo-no-Mae, y su presencia en la cultura contemporánea como eco de lo que nunca deja de cambiar.
Shuten-dōji fue el más temido de los oni, un señor demoníaco que reinó desde el monte Ōe. Maestro del caos, el sake y la sangre, reunió a espíritus y bandidos en un palacio forjado con hueso y hierro. Su reinado de terror terminó cuando el héroe Minamoto no Raikō lo derrotó mediante astucia y poder sagrado. Decapitado, su cabeza siguió maldiciendo al mundo antes de apagarse. Shuten-dōji encarna el abismo entre lo humano y lo monstruoso, el miedo ancestral al descontrol… y la sombra que solo puede ser enfrentada con coraje y ritual.
En lo más profundo de la tradición espiritual japonesa, hay tres objetos que no son simples reliquias: son símbolos vivos de sabiduría, poder y compasión. Se les conoce como las Tres Joyas Sagradas del Japón (Sanshu no Jingi), y están íntimamente ligadas a la diosa solar Amaterasu, la gran fuente de luz en el panteón sintoísta.
En los albores del tiempo, cuando cielo y tierra aún no conocían del todo sus formas, y el viento era apenas un murmullo sin rostro, los antiguos kami –las deidades del Japón primigenio– tejían los hilos invisibles del universo. Entre ellos, hubo una que transformó la historia, no sólo de los dioses, sino también de los hombres: Amaterasu Ōmikami, la gran diosa del sol.
En el corazón de la mitología japonesa, donde la luz y la sombra se trenzan, hay un nombre que retumba como trueno entre montañas y costas: Susanoo, el dios de la tormenta y el mar. Su espíritu salvaje es viento que arrasa y agua que fecunda. Hoy quiero contarte su leyenda, no como un mito, sino como la huella de una energía que, tal vez, aún sopla dentro de cada uno de nosotros.
Quiero hablaros de un fenómeno energético que quizás no conozcáis: la crisis de cumpleaños, o lo que muchos llaman también el Infierno Astral (o zona vulnerable del cumpleaños). Técnicamente no existe un término oficial en astrología clásica, pero popularmente se conoce así.