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Super Bowl LVIII: Así se vive una Watch Party en España

Por qué quiero compartir estas crónicas contigo

Desde siempre me ha acompañado el gusto por la lectura. He pasado por muchos autores y estilos, casi siempre en el terreno de la ficción. Pero cuando el fútbol americano volvió a engancharme, descubrí algo que me sorprendió: hoy existe mucha más literatura sobre este deporte de la que había a finales de los 90 y principios de los 2000.

Entre esos libros encontré relatos que me atraparon no por su tecnicismo, sino por su capacidad de narrar un partido y transmitir la emoción del juego de forma accesible para cualquiera. Me inspiraron a hacer lo mismo: contar el football no solo como deporte, sino como experiencia.

Así nacieron estas crónicas. En ellas encontrarás jugadas y marcadores, sí, pero también atmósferas, viajes, amistades, decepciones y celebraciones. Historias que intentan capturar lo que se siente al vivir el fútbol americano desde la grada, el campo o incluso a miles de kilómetros, pero siempre con el corazón dentro del juego.

Hoy las traigo aquí porque creo que, aunque no sigas este deporte, en cada una hay algo que conecta con la vida misma: la emoción de compartir, la tensión de los momentos decisivos y la belleza de estar presente cuando sucede algo único. Aqui va la primera de las tres que os compartiré.


Super Bowl LVIII – Watch Party en Barcelona

Hay noches que no se olvidan. No por el marcador, ni por el show del descanso, sino por la gente con la que las compartes. La Super Bowl LVIII la viví en un lugar especial, rodeado de amigos, aficionados y desconocidos que, por unas horas, se convirtieron en familia. Entre risas, análisis y gritos de euforia, la madrugada barcelonesa se transformó en un pequeño estadio con alma propia. ¡Aqui va!.


Pocos eventos deportivos son capaces de para por unos instantes el mundo entero. La final de un Mundial de fútbol, la final de la Champions, unos Juegos Olímpicos y una Super Bowl. La gran fiesta de final de temporada del fútbol americano.

Normalmente el fútbol americano es un deporte que lo ves solo en casa o como mucho con un reducido grupo de amigos. Pero el football es un deporte de masas y para masas está pensado. En España, cada vez, se están celebrando fiestas relacionadas con la Super Bowl. Hoy os voy a contar una de estas fiestas (o watch party en inglés) para ver la Super Bowl donde estuve presente.

Get the party started!

Nos trasladaremos a Barcelona, a un conocido local llamado La Ovella Negra. Allí nos reunimos toda la gente del Uroloki, histórico club dentro del football nacional y catalán. Más de 150 personas que apenas llenábamos el inmenso local y el resto de gente que eligió el mismo sitio que nosotros para ver el partido.

Es tradición en todo el mundo sentarse a comer y beber cuando hay que celebrar algo. La gran fiesta del fútbol no puede ser menos. Mientras veíamos el partido del Barça de reojo, empezábamos a ocupar nuestros asientos. Esa misma tarde, habíamos jugado un torneo de flag football en nuestro campo y esperando la cena íbamos repasando jugadas, anécdotas y otras cosas que nada tenían que ver con el torneo ni el football.  Únicamente éramos interrumpidos cuando el estruendo del un gol del Barça o del Granada (3-3) nos sacaba de nuestras conversaciones. Así mientras devorábamos la cena por el hambre del torneo nos íbamos preparando para el gran evento entre bebidas, risas y anécdotas.

All abord!

Se acercaban las 0:30, hora de España, que es cuando se producirá el kick off.  Antes del inicio es un buen momento para ir al lavabo o a fumar un último cigarro. En mi caso, una salida al exterior para acompañar a los fumadores. También una buena oportunidad para resfrescarte de la calor del sitio. Cuando estoy fuera me doy cuenta de una inesperada realidad. Cuando faltan pocos para el inicio, una larga cola de gente está esperando para intentar acceder al local. Todo y esperar pacientemente, el portero nos dice que ya no entrará nadie más porque el aforo esta más que completo. Apurando el cigarro, entramos dentro azuzados por el frio y por si acaso deciden quitarnos el codiciado lugar para ver el partido.

No podríamos decir con exactitud si la habitual puntualidad con la que empieza siempre la NFL se cumplió en este caso. Mucha liturgia previa, mucha emoción, nervios para los aficionados que verían a su equipo jugar una Super Bowl, perdonan si no fue exactamente las 0:30 cuando la patada de Butker caída dentro de la end zone y situaría el balón para San Francisco en la yarda 25.

Estar allí viendo por la televisión era como estar en un estadio de reducidas dimensiones a 9284 kilómetros de distancia de Las Vegas. Desde el primer drive los aficionados gritaban y disfrutaban animando a su equipo para anotar. San Francisco pierde el balón en un acarreo y despierta el fervor entre los aficionados de Kansas en el local. Ahora el ánimo, igual que el ovoide, este en el lado contrario. Hay mucho partido todavía por delante y hay que administrar la garganta y los ánimos. Pero este partido es una vez al año, y hay que darlo todo desde el principio. Ya habrá después 205 días para descansar y preparar la garganta para la siguiente temporada.

La emoción inicial poco a poco se va apaciguando y administrando en lo que se prevé una larga final. Los ataques no están encontrando como avanzar y las defensas están aguantando muy bien a los rivales.

Poco a poco se han ido formando grupitos y con aquella gente con la que has compartido mesa, bebidas y charlas os juntáis para ver el partido. El inicial entusiasmo, con algunos destellos de jugadas, se ha convertido en análisis y conversaciones sobre las jugadas. “No se lo ha creído. Llegaba a cogerlo si no hubiese parado la ruta” comenta Manel, uno de los amigos que está conmigo en la mesa y receptor de nuestro equipo. “Fíjate que bueno el bloqueo de Kittle en esta jugada que le abre hueco a McCaffrey para abrirle paso y se cuele entre los dos defensas” dice Emilio analizando la jugada con la habitual tranquilidad que tiene al jugar de quarterback. Y entre análisis, conversaciones, risas y bromas se consume el primer cuarto del partido.

No importa la hora. Es bien entrada la madrugada. Cualquier domingo a esas horas ya estarías durmiendo hace tiempo. Hay buena compañía, futbol y diversión. Además, juegas con la tranquilidad de disfrutar del encuentro desde la neutralidad porque tu equipo (desgraciadamente) no está jugando.

“¡Qué bestia es McCaffrey! Lo tienen cogido y aún así te gana otras tres yardas ¡Qué animal!” dice Gabi,con el fervor de entrenador pasional como Campbell, animado por una gran jugada del corredor. Poco después volvería a celebrar sus virtudes de una manera más entusiasta cuando atrapó el pase de Jennings y anotó el primer touchdown del encuentro. Las reacciones que vi fueron muy diversas. Desde las más viscerales por el subidón de adrenalina hasta las que analizan el fallo en la jugada defensiva o el buen dibujo de Shanahan para conseguir anotar. Todos han disfrutado del touchdown, pero cada uno a su manera. Esto es lo bonito del football.

Los aficionados de Kansas, en su mayoría, no están nerviosos a pesar de ver 0-10 en el marcador. Están expectantes y confían planamente en su equipo. Saben que esta Mahomes, que es el mejor en esto. Aún queda mucha final por delante. Hasta poco antes del descanso, no veríamos como Kansas convertía un gol de campo para poner los primeros puntos en su casillero.

Half time show

Justo en el descanso es donde hay el gran movimiento de gente. Muchos se quedan a esperar a ver el gran espectáculo. También aprovechas y te tomas momentáneamente un descanso de la compañía para atender otras necesidades que ni te habías dado cuenta. Bien sea yendo a buscar un agua, ir al lavabo o salir a fumar, es otro de esos momentos clave donde te relacionas con más gente de la fiesta.

Ir con la camiseta de tu equipo de football es otra experiencia divertida. Mucha gente te saluda, te anima porque le tiene simpatía tu equipo o porque ellos también son de tu equipo. Intercambias una breve charla comentando lo mejor o peor de la temporada y sigues avanzando hacia tu objetivo. A veces también alguien de un equipo rival, (normalmente de la misma conferencia) de manera burlona se mete con tu camiseta. Pero no de una manera ofensiva, sino muchas veces de una manera divertida y es otra buena oportunidad para confraternizar con la gente del local. Si algo bonito tiene el football, es el respeto y el buen rollo con todo el mundo.

La media parte es otro momento crítico con el sueño para los que no estamos acostumbrados a trasnochar. Ciertamente, el espectáculo de este año, no ayudo en la lucha contra Morfeo. Si lo haría lo que quedaba de encuentro.

The witching hour

La segunda parte de la Super Bowl ya se vive a otro ritmo desde España. Se nota la falta de sueño y la intensidad suele bajar un poco en todos los sentidos. Ya la gente aguanta más rato su bebida y la toma con más calma. Los análisis son más lentos y la euforia es reservada para los momentos donde realmente son necesarios. También es un momento donde mucho público suele poner la línea roja para ver el encuentro y se han ido a casa. Mañana ya verán el resultado final en diferido, si los spoilers no se lo impiden.

También este segundo tiempo los aficionados de los equipos que juegan lo viven de otra manera. San Francisco saben que Kansas en algún momento tendrá que reaccionar y esperan que su equipo pueda frenar a su rival. Kansas sabe que ahora es el momento de la verdad y cuando hay que ponerse serios y no fallar.

Un creador de grandes guiones futbolísticos como Andy Reed sabe como darle emoción a los partidos, y sobre todo a las finales. En el primer drive Kansas es interceptado. Esto despertó a bastante gente del letargo o la mini cabezada que estaban sumidos. Todo parecía seguir igual. La tranquilidad de los jefes pareció quebrarse al ver que todo seguía igual. Si hubo algún momento de dudas en la afición de Kansas fue durante el lapso de este tercer cuarto y prácticamente el final de este que fue cuando anotaron un fiel goal.

La magia de la hora de las brujas hizo su efecto llegando prácticamente el final de este mismo cuarto, cuando el despeje del balón por parte de Kansas lo acabaron recuperando ellos mismos en la yarda 16 de San Francisco. Todo el mundo sabía que esto era la gasolina que necesitaban los Chiefs para entrar en el partido y hacerse con él. La afición de Kansas despertó y empezó a rugir de nuevo. Incredulidad para 49ers que veían fantasmas de finales anteriores y por primera vez veían a Mahomes como la bestia en la que se podía convertir. “Es una jugada de mala suerte porque le toca el pie y los equipos especiales de Kansas han estado muy hábiles ahí. Yo me hubiera tirado encima del balón en vez de intentar cogerlo” me comenta Armando con su habitual tranquilidad para analizar los partidos desde su perspectiva de exjugador de fútbol americano.

Los decibelios se disparan de nuevo en la noche barcelonesa con el touchdown de Valdes-Scantling a pase de Mahomes en la jugada inmediatamente después de salir al campo. La afición esta lanzada y saben que, ahora sí, Kansas ha despertado y están en modo bestia. También los aficionados de 49ers, sabedores que esta película ya la han visto muchas veces y conocen el final.

“Este drive es clave para San Francisco. Tiene que reaccionar” me dice Edu mientras se sirve una coca-cola para seguir aguantando el ritmo del partido, y por todo lo que puedan venir después.

Igual que Edu, lo sabían también Shanahan desde la banda en Las Vegas. 49ers no fallaron y llegaron a la zona de anotación. Parecía que se respiraba algo de tranquilidad y San Francisco podría seguir manteniendo la ventaja. “¡Lo han bloqueado! A ver que no les pase factura de aquí al final del partido” comenta proféticamente Salva cuando 49ers no consigue anotar el punto extra que ha venido a sentarse un rato a nuestra mesa con su camiseta de Josh Allen orgullosamente comprada en Buffalo.

“Tranquilos que está Mahomes. Queda mucha final aún» me dice Gerard, que, aunque tiene que levantarse a las 8 para estar con los niños está cerca de las cuatro de la mañana disfrutando y sufriendo con su equipo. El final del último cuarto transcurrió entre la emoción de los goles de campo de ambos equipos y el empate en el marcador. Habría que jugárselo todo en la prórroga.

The party is over

Sobre 4:30 de la madrugada, hora Española, estuve haciendo didáctica de como funcionan los tiempos extra en la NFL, pues la norma había cambiado después de aquel partido de final de conferencia entre Bills y Kansas donde se decidió también en una “injusta” prórroga. Seáis docentes o no, a esa hora es un poco difícil explicar esto al resto de comensales. Afortunadamente, en este caso los alumnos superaban al maestro y las normas quedaron claras.

Empezaba a atacar San Francisco y necesitaba el touchdown para ganar. No lo consiguieron y se tuvieron que con conformar con un field goal. Quedaban siete minutos de tiempo extra y para Kansas este tiempo es un universo entero para crear la narrativa de película que ellos quieran. El desenlace llegaba en estos minutos.

Pasaban pocos minutos de las cinco de la mañana cuando veíamos que el reloj se acercaba inexorablemente a su final faltando diez segundos para llegar a cero. Yarda 6. Mahomes y todo el equipo se les notaba tranquilos. No tenían prisa por ganar. Sabían que ahí estaba el partido y que ya era suyo. Snap y Mahomes rola a si derecha. Lanza el balón a Hardman que recibe solo y con el reloj llegando a ceros Kansas consigue su tercera Super Bowl. Gritos de celebración, por un lado, enfados, caras largar, lágrimas de felicidad o de tristeza. Todo estalla en ese momento de la noche. Pero hay un sentimiento generalizado: respeto. Lo habían luchado hasta el final tanto unos y otros. San Francisco había plantado cara y le había puesto las cosas muy difíciles a Mahomes y su equipo, pero estos juegan a algo diferente al resto.

La noche se termina y únicamente los aficionados de Kansas de quedará a ver la entrega del trofeo Lombardi. Nos dirigimos al coche mientras el rocio de la noche barcelonesa nos impregna y despierta brevemente durante el trayecto. Ha sido una gran noche de football. Ha sido una gran noche con amigos. El lunes por la mañana veremos como muchos programas hablarán y comentarán la super bowl o el espectáculo de la media parte. Nosotros ya lo habremos visto, disfrutado y vivido esta noche. Cada uno se quedará con lo que más le haya gustado del todo el show. Y precisamente con lo que más le ha gustado a cada uno, entramos en el coche pensando en ello y comentándolo brevemente en el trayecto de vuelta. Ya en casa, la cama espera para tumbarnos, ahora sí junto a Morfeo y revivir lo mejor de la noche, que no necesariamente habrá sido el partido.


Este artículo fue escrito y publicado para la web de ASH is football. Aquí puedes leer el artículo donde fue originalmente publicado.

Raijin: el dios que nació del trueno y baila en las tormentas

Dicen que cuando el cielo se oscurece sin aviso, cuando las nubes se arremolinan, es porque Raijin ha despertado. El dios del trueno. El que golpea los tambores del cielo con manos invisibles.

No es solo un dios de la tormenta. Es el estruendo que rompe el silencio. El eco del caos primigenio. Para algunos, un castigo divino. Para otros, un guardián que avisa. Su presencia no se anuncia: se siente. Justo en el preciso instante en el que todo parece detenerse, y de repente, el cielo ruge con fuerza.

Raijin no solo representa el trueno: lo encarna. En cada sacudida eléctrica, en cada retumbar lejano, hay algo más que meteorología. Hay un mito detrás. Hay un relato ancestral que sigue vivo, danzando entre tormetas, esperando que recuerdes su nombre.

Nacido del inframundo

Su nacimiento no fue luz, sino sombra. Cuando Izanami, la diosa madre, descendió al inframundo tras dar a luz al fuego, su cuerpo comenzó a pudrirse en la oscuridad. En ese abismo llamado Yomi, donde la vida y la muerte se funden en silencio, su carne se abrió como tierra fértil y putrefacta. Y de esa descomposición sagrada brotaron ocho espíritus del trueno. Entre ellos, el más temido: Raijin.

No nació como un niño. Nació como un rugido. Como una grieta en el tejido del mundo. Como una fuerza que no pedía nombre ni cuna. Emergió del Yomi envuelto en electricidad, con los ojos cargados de tormenta y el cuerpo hecho de nube, fuego y tambor. Su llegada fue como el destello de un relámpago en la oscuridad eterna: breve, feroz, imposible de olvidar. Desde entonces, su esencia vibra en cada tormenta, como si el inframundo respirara a través de él. Desde entonces, cuando el cielo retumba, algunos no miran al clima, sino al recuerdo: aquel dios nacido del dolor y del caos, que aún danza en los bordes del mundo.

El dios que escucha

Desde entonces, cada trueno podría ser su voz. Cada relámpago, una advertencia. Pero Raijin no es solo furia: también escucha. Así lo cuenta una antigua historia.

Hubo un tiempo en que el cielo no descansaba. Las nubes se enroscaron como serpientes oscuras sobre el país, y durante días o quizás semanas, la tormenta no cesó. Los campos se inundaron. El arroz se pudría bajo el agua estancada. El Emperador, desesperado, consultó oráculos, rezó a los kami, ofreció ofrendas. Nada cambió.

Fue entonces cuando llamó a Sugaru. No era un guerrero. No era un sacerdote. Solo un hombre humilde con una voz clara y un corazón dispuesto. Caminar hasta el centro de la tormenta parecía una locura, pero Sugaru lo hizo. Avanzó bajo el trueno, entre rayos que parecían buscarlo. Y cuando llegó al ojo de la tormenta, habló. No gritó. Habló con respeto. Con alma. Pidió, rogó, escuchó.

Raijin danzaba entre las nubes, burlón. Le divertía el intento. Pero entonces Sugaru invocó a Kannon, la diosa de la compasión. Su energía suave, maternal, envolvió el aire. Penetró la tormenta. Y Raijin, por un instante, dejó de reír.

Dicen que bajó. Que se dejó atrapar. Que aceptó, no por derrota, sino por comprensión. Fue llevado ante el Emperador y selló una promesa: alternaría la furia con la fertilidad. No todos los truenos serían castigo. Algunos, como lágrimas que limpian, traerían vida.

Guardián del equilibrio

Raijin no camina solo. A menudo lo acompaña Fūjin, su hermano, el dios del viento. Donde uno sopla, el otro ruge. Juntos aparecen en las puertas de los templos, como guardianes que no temen mostrar los dientes. Fūjin suelta ráfagas desde su saco sagrado. Raijin hace temblar el cielo con sus tambores tomoe. Juntos, custodian el orden que los humanos no pueden comprender.

No son enemigos del mundo: son sus vigilantes. El viento de Fūjin despeja los caminos. El trueno de Raijin despierta lo dormido. Cuando irrumpen en escena, es para restablecer un equilibrio que solo ellos perciben. Son la expresión cruda de lo que no se puede controlar, pero que tampoco debe suprimirse.

A Raijin lo representan como un demonio rojo o negro, rodeado por un aro de tambores flotantes. Su melena se agita como nube tormentosa. Y su expresión… su expresión es la de alguien que conoce los secretos del cielo. En muchas casas, los niños se tapan el ombligo cuando hay tormenta. Dicen que Raijin los colecciona. Que si no lo haces, podría llevárselo entre truenos.

El rugido que salvó a Japón

No todas sus tormentas han sido castigo. En el siglo XIII, cuando los mongoles quisieron invadir Japón, una fuerza invisible se alzó desde el mar. Barcos destrozados. Vientos huracanados. Rayos como lanzas celestes. Era Raijin, dicen algunos. Era Fūjin, dicen otros. O ambos. Lo cierto es que el enemigo no volvió. Aquel tifón fue llamado kamikaze: el viento divino.

Pero más que viento, fue voluntad. Una defensa invisible protegida por lo sagrado. Se dice que los monjes habían rezado y los kami escucharon. Que el rugido de Raijin se alzó como escudo. Y los mongoles, dueños del continente, no pudieron doblegar una isla protegida por el cielo.

Desde entonces, cuando los truenos caen sobre el océano, los pescadores murmuran su nombre. Y agradecen.

Raijū: la criatura eléctrica

A veces, Raijin aparece con compañía. El Raijū. Una criatura hecha de electricidad pura. Algunos lo describen como un lobo azul. Otros como un gato envuelto en rayos. O como una esfera blanca que salta de tejado en tejado.

Su forma cambia, como el relámpago. Pero su presencia siempre estremece. El Raijū no ataca por rabia, sino por instinto . Es la chispa viva del cielo, el espíritu animal del trueno. En los cuentos, se le ve dormir plácidamente… justo antes de estallar.

Dicen que el Raijū duerme en el ombligo de las personas durante las tormentas. Por eso hay que cubrirlo. No por superstición. Por respeto. Porque si Raijin lo llama, el Raijū despierta, salta al cielo y se convierte en un rayo. Así lo explicaban los ancianos: «ese trueno no era del cielo, era el despertar de la criatura».

Algunos decían que si no te protegías, el Raijū podía desgarrarte por dentro en su ascenso, dejando solo un susurro eléctrico en el aire. Por eso los niños se tapaban el ombligo: no por miedo, sino por instinto. Porque algo en ellos reconocía que el cuerpo también habla con los dioses, y que a veces, el silencio no basta para protegerse del trueno que escucha.

El día en que lo encadenaron

En una antigua obra de kabuki (teatro japónes), el monje Narukami, celoso del poder del cielo, decidió encerrar al dios del trueno bajo una cascada. Finalmente lo logró. El cielo enmudeció y las lluvias cesaron. Los campos, al no beber el agua de las tormentas, comenzaron a agrietarse.

Raijin, confinado en la roca húmeda, permanecía en sulencio. Su ausencia pesaba más que su furia. Durante un tiempo, el mundo quedó en pausa. Las cosechas fallaban. Las oraciones no encontraban eco. Entonces apareció una mujer misteriosa. Seductora y perspicaz, dicen que fue enviada por los propios kami para romper el equilibrio roto. Visitó a Narukami. Le habló del amor, del deseo, de la compasión. Y el monje, que había sellado el trueno con firmeza, comenzó a dudar.

Cuando al fin liberó a Raijin, lo hizo sabiendo que su poder era necesario. El dios emergió entre agua y rayos, ascendiendo rugiente al cielo. Un trueno partió el mundo. Y con él, volvió la lluvia. Volvió el pulso de la tierra. Aprendimos, quizás, que hasta el estruendo tiene un papel necesario.

Entre biombos, píxeles y leyendas

Raijin no solo vive en el cielo. Vive en los biombos dorados de los templos. Tambien esta representado en los grabados que decoran las puertas sagradas. Se le recuerda en las danzas de los festivales, en los tambores que imitan su voz.

Y, por supuesto, también vive en las pantallas. En One Piece, Naruto, Final Fantasy o Genshin Impact. A veces con su nombre. A veces disfrazado, pero siempre poderoso. En Naruto, por ejemplo, algunos jutsus del clan del trueno y la figura del Raikage están inspirados en su energía imparable. En Final Fantasy, suele aparecer como invocación celestial, rodeado de tambores y rayos. Porque el trueno puede cambiar de forma, pero no de esencia.

La próxima vez que escuches un estallido quebrando el cielo, no corras a cerrar la ventana. Detente. Escucha. Observa el temblor que deja en el pecho. Puede que no sea solo una descarga. Puede que no sea solo clima o puede que sea Raijin, tocando su tambor, recordándonos que los dioses del cielo aún no se han ido.

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